lunes, julio 19, 2010

















EN LA LUNA DE LA AMISTAD














A Diego Ruy Frondizi, Manolo Belloni,
Paco Urondo, Ricardo Aragón,
la Gorda Cristina Onís, el Churi Escribano,
Tío Rufus, Néstor Sanmartino, Fernando Riera,
Nanina Rivarola, Carlos Ossa, Alberto Lobosco y otros,
amigos más que compañeros, in memoriam.

A Sarita, Mecha, Rosalba, Diego & flia.,
Matilde y Ricardo B. & flia., Carlitos M, Pelusa,
Raymond Arredondo, a Nicola Caaiazza, José Rentes de Carvalho,
Rudy, Jojo, Cherry Duyns & Joke, Jacqueline, Rosa & flie.
& todos los demás, viejos y nuevos amigos.

Siempre creí como Paco Urondo que lo mejor de la poesía es la amistad y más aun, como Scalabrini Ortiz, que “la amistad porteña era un olvido del egoísmo humano” que superaba barreras sociales, sexuales (el género en ese entonces era sólo un accidente gramatical), religiosas, ideológicas e incluso de fanatismos deportivos. No sé si fue la experiencia, los años, el machaque de determinados códigos más declamatorios que de acción, pero veo que hay una tendencia al quiebre de amistades, al menos como yo las entiendo, sin barreras conceptuales.


La conducción de las FAR y sus acólitos chupamedias le criticaron a Paco cuando cayó preso en febrero de 1973 fue que era un liberal por la práctica de la amistad y del bon-vivre: a Dixie, la casa quinta de Tortuguitas, iba otra gente -amigos, amigos de los hijos, hijos de los amigos-. La amistad era superior al compañerismo, a la camaradería. Conducción y compañeros que -a pesar de su solicitud de no ser enviado a algunas provincias en donde era muy conocido- terminó condenándolo a ir a militar a Mendoza como castigo ante el proceso interno que se le siguiera a solicitud de Lilí Mazaferro con el único cargo de infidelidad concubinal, ya que nunca se habían casado. ¡Lilí, nada menos, cuyo marido se había enterado de su relación cuando habían caído presos justamente en Dixie y que poco tiempo después sería la pareja de uno de los mejores "amigos" de Paco y embajadora orgánica en Europa desde fines de 1974. Condena que terminó con la vida de Urondo en un tiroteo.

Creo que me equivoqué al entender, en tiempos de idealización debido a la distancia, la frase de Scalabrini que diferencia la amistad porteña. A pesar de la exaltación de la diversidad, en los últimos tiempos veo cómo se empieza a instalar, sobre todo en algunos medios, esa convicción de que sólo se puede ser amigo cuando se piensa igual, cuando se tienen los mismos intereses, declaraciones y acciones comunes. Si no, como en esos tiempos de obsecuencia orgánica, te juzgan, te cortan el rostro, el chorro o el saludo. Acá o allá hay amigos y... amigos. Pero aquí es tan grande la necesidad de autoconvencimiento que nos vemos obligados a celebrar, a saludar, regalar, cenar, brindar incluso con conocidos, eventuales compañeros de circunstancia.

Creo sí que hay una amistad troncal -casi familiar- que no se determina por intereses, creencias, actividades o ideas comunes. Se elige de una vez y no se termina ni en la ausencia. Esos amigos con los que -como decía Emerson- se puede pensar en voz alta. Son los que están aunque no estén, los que piensan en vos aunque no te llamen el 20 de julio, los que no te acompañarían a la luna, pero te curarían de las heridas de cualquier caída, de cualquier fuga, de cualquier dificultad, de las quemaduras de un volcán. Son los amigos silenciosos y a veces nos acompañan sólo en el recuerdo. Son los que no te califican. Te quieren y punto. Y por ellos, aunque sea convencional, brindo porque gracias a ellos pasé y paso mis peores y mejores momentos. Proost!!!

lunes, julio 12, 2010




Desde chica me gustó el fútbol. En mi adolescencia y juventud seguía mis colores, los trapos, como se dice ahora, con todos los altibajos de la pasión. En 1978 estuve -con unos pocos compatriotas- contra el boycot y quedé afónica gritando ¡Argentina campeón! en Holanda, cuando recién empezaba mi vida de refugiada. En 1986, mientras los holandeses gritaban los goles de Alemania, los gozamos - junto a turcos y marroquíes del Kinkerbuurt, nuestro barrio amsterdamés- cuando salimos campeones. Tengo enmarcado y colgado, al lado de otros diplomas, el que me supe ganar del Primer Gran DT que le enrostro a todos los hombres de mi familia y amistad cuando me vienen a chamuyar sobre fútbol. No necesito a nadie que me indique "a la derecha de su pantalla, señora..." Primero, porque no soy señora y, segundo, porque no me gusta el fútbol por tv, sino en el fragor del tablón. Tuve una columna sudamericana en el semanario cultural Forum en la que llegué a comparar una gambeta con un paso de ballet. De modo que me considero idónea sobre el particular. Sinceramente, ante la definición del Campeonato Mundial de Sudáfrica, sólo esperaba buen fútbol, garra y me daba lo mismo que ganara uno u otro. Corre por mis venas sangre gallega, pero agradezco al reino y al pueblo de Holanda el asilo, la hospitalidad, el haber podido volver a estudiar, trabajar, publicar, opinar... De hecho también tengo más amigos holandeses que españoles. Pero me daba igual hasta el día en que Holanda llegó a finalista y, ante la pregunta de alguien sobre si estaba o no contenta y mi respuesta afirmativa, un muchacho se entrometió con la siguiente observación: "¡A Máxima me gustaría verla presa!" Me sorprendió y le respondí: "¿Por qué? ¿Por portación de apellido? Con ese criterio mi hijo tendría que estar muerto porque sus padres fueron guerrilleros..." "¡No, es un chiste!" trató de sonreír balbuceando pusilánime. Por lo poco que sé de Freud, eso no es ningún chiste.


El domingo puse el partido mudo y seguí haciendo mis cosas porque, como dije, no me gusta verlo por la tele. Hubo garra, pasión y lo que hay que poner en los partidos. Uruguay tuvo el mejor jugador. Mandela estuvo presente. Lo sentí por mis amigos holandeses. Pero los hechos, hechos son: España es el nuevo campeón. Lo peor del resultado hasta ese momento era que el pulpito Paul había acertado y eso me traería problemas de conciencia y una gran culpa de seudo antropofagia cuando me dispusiera a comerme uno de mis platos preferidos: pulpo a la gallega.


Hoy a la mañana oí en una FM a una conductora muy reconocida declarar socarronamente: "¡Me gusta: Máxima no estuvo tan depre desde que empezó la democracia!" Algo semejante repitiò otro periodista del espectáculo. Realmente esto colma mi inteligencia y mi sensibilidad.


¡Somos vivos, somos! ¡Por eso nos quieren en todos lados!


En plena decadencia española, Miguel de Unamuno dijo que la envidia era el mal nacional, que los españoles eran hijos de Caín. No sé si aquí se heredó la envidia de los españolesl. Pero cierta idiotez teñida de superioridad canchera es absolutamente nacional, popular y encima progre. Por eso vaya mi homenaje a los Oranje y a esa casa real que sabe de ubicación, que lleva a sus hijos al cole en bici de la misma manera que lo hacía lyo, que puede enseñar algo acerca de la tolerancia, de la concordia. Y sobre todo, no nos olvidemos: fue la primera democracia del mundo. ¡Máxima, chapeau a vos y a los nederlanders amigos! Suscribe una plebeya de alma.