lunes, enero 20, 2014

Celia, mi madre

Celia Vázquez joven
antes de ser mi madre
 
"Opgenomen in het ombarmhartige verleden..."
 
"Atrapados en el pasado sin piedad..."
                                                  
                                                 Cherry Duyns

      Cuando, en 1941, mi viejo vino de Juárez a los quince años, fue a vivir con su madre viuda y con sus tíos, mis tíos abuelos Elvira y Ángel, a la calle Miller entre Sucre y Echeverría.. Allí se encontró con que justo enfrente vivía esta chica unos días más joven que él, precisamente en el número 1951, con sus padres gallegos y su hermana y su hermano mayor.

      Se enamoraron.
      
      Como se estilaba, él se le declaró un 21 de septiembre en la calle Triunvirato... Y no sólo eso, le escribió una carta a mi abuela Manuela en la que se presentaba, carta que conservo. 

      Sé que, entre otros tantos poemas que le recitaba y le escribía estaban éstos de Julio Herrera y Reissig:


                           "¡Deja que rime unos sueños
                            en tu rostro de gardenia,
                            hada de la neurastenia,
                            trágica luz de mis sueños!
                            Mercadera de Beleño
                            llévame al mundo que encanta,
                            ¡soy el genio de Atalanta
                            que en sus delirios evoca
                            el ecuador de tu boca
                            y el polo de tu garganta!"

  
      Soy el único fruto de ese amor y nací en Miller 1951 en la casa de mi abuela materna.

      Las vueltas de la vida, las vueltas de nuestra historia y la de esta patria, me hicieron irme despidiéndome sólo por teléfono de mi madre cuando ya estaba agonizante...

     Entre otras cosas dedicadas a ella, un día escribí:



     Cáncer
                             a Celia, mi madre.

     Largas agonías
     como tardes sin crepúsculo
     pensamientos hechos
     rehechos,
     contrahechos
     y atrás de todo,
     la muerte, la soledad.

    

      Cuando María, mi oncóloga, leyó este poema inmediatamente me dijo: "Éste no es tu cáncer..." No, no era. Era el de mi madre, cuando las mujeres ni siquiera sabían que se tenían que hacer controles. Ella cumplió cincuenta años cuando la operaron y la destrozaron... Vivió un año y medio más.

      Yo me enteré de su muerte por una carta de mi padre que llegó justo el día antes de mi cumpleaños al Hotel de Wilde en Amsterdam y se desprendió el aviso fúnebre. Ya no pude hacer nada...

      Mi madre había muerto el 21 de enero.

      Vos inmediatamente tomaste esta foto que teníamos y la enmarcaste.
    


Celia & Mariano diciembre 1973
Foto enmarcada en Ámsterdam
el 26 de enero de 1977
que siempre nos acompaña


             Rosalba, su amiga, mi amiga me dice siempre que que nosotros le dimos su mayor alegría, nuestro hijo...

            "...el dolor es un compañero de viaje al que debemos comprender y aceptar en su profundo misterio. Y, agradecer, por todo lo que él nos enseña."

            Y vos, Celia, madre, abuela, seguís siempre en nuestro viaje...

miércoles, enero 15, 2014

Astroscope ¿Coincidencia u otra dimensión?

Astroscope

¿Coincidencia u otra dimensión?


              Ahora me di cuenta de que no puse el Astroscope que me habían hecho sacar Juan y Flavia en una computadora de París y que me enviaron con dedicatoria Flavia el 26 de enero de 1985, días después de que Flavia se hubiera alojado en nuestra casa de Ámsterdam porque venía siguiendo al Cirque Barbarie  -predecesor del Cirque du Soleil-  que estaba filmando.


Astroscope - carta astral hecha en PC en París enviada con dedicatoria de Flavia




Parte interior con el léxico astrológico




Juan Gelman, memorias y versiones.


Juan Gelman, poeta porteño.

       De Buenos Aires a la eternidad…

A Juan Gelman lo conocimos primero por el disco Madrugada que había grabado con el Tata Cedrón y que había comprado tu hermano porque Juan era un tipo del P. C. y que no le había gustado. Hicimos un trueque no sé si no le dimos los tomos encuadernados de El capital o algo por el estilo por ese long-play. Y nos dedicamos a pasarlo a cada rato generando la bronca de tu cuñada y de tu mismo hermano que no lo oía en su tocadisco, pero se lo tenía que bancar en el nuestro.

            Después seguimos su obra y la de toda la generación del 60.

            Después de  la liberación del 25 de mayo cuando salieron de Devoto, entre otros vos y Paco y Paco fue convocado por Puiggróss para ser Director de la Carrera de Letras, Paco me pidió en una cena con Lilí en nuestro departamento   - ¿o en el de ellos?-   me pidió que lo acompañara porque yo era de Letras y él era solamente “poeta”. Y ahí fui yo. Y ahí, al poco tiempo apareció Juan que venía a dar un curso corto o una conferencia o algo así y Paco me lo presentó. Y yo descubrí que tenía la misma voz con que recitaba en Madrugada y te escribí un poema contándose eso. Ese poema está perdido como el que le mandé a Paco a Devoto que era la respuesta a su Autocrítica. No lo encuentro, seguro terminó en fuego como un panqueque quemado al rhum como me decía mi vieja cada vez que prendía fuego algo que consideraba peligroso. Pero si algún día aparece, lo postearé en honor a Juan.

            Lo que sí sé es que su manera de recitar  -que en él era natural-  hizo escuela y a menudo me encuentro con poetas de todo tipo, calaña y calidad e incluso mujeres que leen como si fueran J. G. 

Por otro lado, casi nadie parece haber podido eludir su influencia y a menudo nos encontramos con juntapalabras que se creen Gelman y que, fuera de él, poco conocen de su generación y sus congéneres que fueron muchos y buenos.

            Volviendo a Juan, lo reencontré en Roma en el otoño de 1977 cuando estuve viviendo dos meses en Morlupo con mi hijo de cuatro años y veía en el Pantheon a Lilí Mazaferro, la madre de nuestro compañero y amigo Manolo Belloni, al que habían matado en Rincón de Milberg junto con Diego Ruy Frondizi  -nuestros dos primeros muertos de juventud-   el 8 de marzo de 1971. Sí, la misma Lilí que había sido la pareja de Paco cuando cayeron en la quinta Dixie de Tortuguitas el 14 de febrero del 73 y a la que había visto por última vez el 1 de julio en las filas del velorio de Perón puteándolo a Paco que estaba con la que sería su última mujer y la madre de su última hija.  

Juan y Lilí se habían ido de Buenos Aires como Embajadores de Montoneros en noviembre de 1974 y se instalaron en Roma.

Con Juan tuvimos muchas idas y venidas y agarradas políticas varias. Anécdotas que quedaron entre  los muros familiares de la nuestra casa amsterdamesa y que de vez en cuando contamos con hilaridad… La hilaridad de la distancia.

Nos dejamos de hablar y escribir bastante tiempo…
 

 
Cuando apareció por Amsterdam en 1983, yo ya había escrito el libro sobre Walsh y lo encontré, si no me equivoco, en De Balie, el más conocido café literario del centro. Allí nos abrazamos y volvimos a ese vicio de hablar sobre todo lo que nos interesaba o nos conmovía.  

Una noche cuando cenábamos con él y Flavia, su pareja chilena  -una gran tipa que también perdimos y que, como no sé su apellido, no la puedo encontrar en el ciberespacio-, en una Pizzería de Leidsestraat, de pronto entraron dos nenes y una nena tocando la flauta para manguear. Miro bien y descubro que uno de ellos era mi hijo. Lo agarré como buena madre y empecé a retarlo…  Juan y Flavia lo disculpaban y se reían a carcajadas por esa audacia infantil. Lo querían mucho y siempre fue cariñoso con él.

Respecto a la poesía, nunca tuvimos diferencias poéticas y durante dos o tres años yo iba cada tanto a París y grabábamos para hacer un libro sobre él que empecé en esa época y nunca terminé.

En una de mis estadías en París a Flavia se le ocurrió que la ayudara a lavar al gato, un gato blanco que se le había escapado y había vuelto requeterroñoso como si se hubiera metido en una chimenea. Aunque me llevo bien y quiero a los bichos, nunca tuve una experiencia semejante con el gato que nos arañaba como si fuéramos Lúcifer y aullaba tanto que pensé que iba a venir la cana parisina, nada agradable.  

Ellos vivían en 4, Rue Edgar Allan Poe y Juan se reía de los franceses porque habían puesto una placa que rezaba: “Poeta inglés”. No le caían bien los franceses como tampoco los italianos de los que solía decir: “se cuidan como si valieran”. Su espíritu crítico era punzante y su sarcasmo era una demostración de inteligencia que algunos tomaban por crueldad. Por eso no me extrañó que en una de sus últimas presentaciones haya dicho que nuestra palabra característica era boludo. Es tan lógico en Juan que haya elegido este término  -no en el sentido actual que reemplaza al vocativo che y es sinónimo de chabón sino en su significación original-  que me sorprendió que algunos se ofendieran.

Con vos y con él nos reíamos de las anécdotas que contaba de su juventud, de los tangueros como Francisco Pracánico al que había visto en el Trianón de Villa Crespo sacándose la dentadura postiza para apoyarla en un platito que tenía sobre el piano antes de cada interpretación. Mas tarde creo que conto algo de esto en un artículo.

Disfrutábamos del chimenterío sobre el mundo poético, literario, político incluso de quienes a veces lo trataban como un Capo. Y hubo un tiempo en que escuchábamos su bronca contra los cubanos cuando se abrieron de gambas respecto a los derechos humanos.

Juan fumaba por ese entonces cuatro atados de Gauloises por día y era un digno adorador de Dionisos… Tenía mucho de bon vivant y era muy porteño en su pinta, siempre prolijo, y en sus actitudes. De pronto desaparecía de la mesa y era que se adelantaba a pagar.

Durante mucho tiempo llamaba a cualquier hora desde París y leía los poemas que había terminado, entre ellos, el que dedicó a su madre.  Ése era uno de sus temas de entonces.

Se puso muy feliz cuando editamos a pulmón Veredictos de Juan José Fanego en la primera versión amsterdamesa. Luego él le haría el prólogo para la versión que editaría Mangieri.
Con Juan leyendo la primera edición de Veredictos
de Juan José Fanego en casa de MIeke Westra - Amsterdam
 
















 
 
Compartimos amigos comunes como José Luis Mangieri que también en Amsterdam dijo que él empezó como poeta en El pan duro y terminó en editor. Y qué editor!!!

Y, por supuesto, compañeros vivos y no.

En 1996 Enrique Puccia (h) lo incorporó en la Antología Oral de la Poesía Argentina,  un ciclo que reunió a casi todos los poetas vivos argentinos. En esa ocasión tuve el placer de presentarlo junto con Jorge Boccanera en el Centro Cultural Gral. San Martín.




Con Juan - Boccanera - Enrique Puccia (h)





 
 
CCGSM - 3 julio - 1996
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La última vez que lo vi fue el 14 de marzo de 2006 en el Teatro Alvear cuando lo nombraron Embajador cultural.


 

A menudo pienso que existe una dimensión que los humanos no podemos manejar…

Ayer a la tarde-noche estaba protestando contra el ciberespacio porque algo había invadido mi PC y no podía entrar a internet. No sabía se se habían metido en mi compu, si tenía un virus o qué pasaba.

Mientras pasaba todos los antivirus posibles para ver si podía se solucionaba algo, me puse a ordenar libros, papeles, artículos, cartas, cuentas, etc.

A eso de las ocho y media desistí porque me ganó la bronca de la computadora.

Terminé de ordenar un poco lo que había estado limpiando y fui a poner en su lugar un Astroscope, que había sacado para limpiar y cuando estaba por hacerlo me dije: “Nadie va a saber qué es esto. Ni mi hijo…” Y decidí ponerle una etiqueta: “Enviado por Juan Gelman y Flavia a Ana”. Y lo puse en la biblioteca.

Bajé para cenar y cuando terminaba la cena oí la noticia urgente: “El poeta… Juan Gelman…”

A los cinco minutos me estabas llamando vos triste porque nuestro hijo te había llamado para contártelo…

Al ratito me llamó una alumna, Carmen, que estaba triste y que ya había hablado con Alicia Grinbank y ahí, hablando con Carmen, me di cuenta de que yo estaba poniendo esa etiquetita  -siguiendo mi TOC-  sin saber que Juan estaba agonizando… En realidad era un horóscopo de los primeros que se hacían en computadora y él me había llamado para preguntarme dónde y cuándo había nacido y Flavia me lo envió para mi cumpleaños en 1985.

 

“Yo sé que ahora vendrán caras extrañas…”

Hoy ya vi y escuché montones de clichés y de pavadas.
Decidí cerrar los oídos incluso para algunos homenajes de quienes no hoy serán más gelmanianos que el mismo Juan.

Pero sé que si  -como decía Centeya-  “hay un mundo para los que se piantan”, ahí estará ahora reencontrándose, retozando con los compañeros, con  amigos que se fueron antes, con Paco, con Rodolfo, con Juan José, con José Luis, con la misma Lilí, con su hijo al que un día supo escribirle: “...y que hará ahora la inocencia que está armada sino hacer la revolución…”  [Porque Marcelo Gelman y su mujer eran dos combatientes. No los rebajemos a perejiles, por favor…]
Y con su ironía habitual tal vez se ponga a hacer un desafío para ver el orden en el que lo seguimos.
A la salud de tu alma!!! 
Chau, Juan…
® © Ana Sebastián, Memorias impertinentes.